
Latinoamérica por los tiempos del 4 de Febrero
El surgimiento, o mejor dicho la aparición pública de Chávez fue una irrupción que transformaría la región en poco más de una década. A principios de los años 90 la hegemonía del capitalismo, en su versión neoliberal, se presentaba como la única opción viable para la humanidad. El fin de la historia, llegó a aventurarse en las líneas de las prensas de derecha y también en las de algunas izquierdas. La victoria del modelo se expresaba en varios planos, económico, cultural, político. El Consenso de Washington era la matriz desplegada para una Latinoamérica que nunca dejó de resistir el avance de los planes de las élites norteñas. 4F. 4 de febrero de 1992, nace en Venezuela otra América Latina.
La guerra fría llegaba a su fin a fines de los 80 y principios de los 90. La caída del muro de Berlín en el 89, como la desintegración de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, marcaban los inicios de los años de la unipolaridad. En Latinoamérica las democracias neoliberales aseguraban el modelo. Estados Unidos lanzaba su primera guerra en Irak, abriendo un nuevo frente. Las grietas a esta hegemonía resonaron junto a dos simples plabras… “Por Ahora”.
Menem en la Argentina, Lacalle en Uruguay. El partido Colorado en Paraguay. En Chile la democracia después de Pinochet continuaba con su política económica. Sánchez de Lozada en Bolivia, Fujimori en Perú. Collor de Melo e Itamar Franco en Brasil. César Augusto Gaviria Trujillo y Ernesto Samper en Colombia, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera en Venezuela. En México, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Reagan y Bush en EEUU. El equipo titular del neoliberalismo en la década.
Corrupción, narcotráfico, privatizaciones, fuga de capitales, timba financiera, incrementos de las deudas externas. El Consenso de Washington imponía las privatizaciones de las empresas estatales (YPF, YPFB, PETROBRAS, PEMEX por ejemplo), las liberaciones de las importaciones, la desregulación del mercado financiero, entre otras medidas.
Este equipo en América Latina acumuló en 1996 el 17% del total mundial en materia de privatizaciones, por un total de $15.000 millones. La deuda de la región para ese entonces era mayor a los $600.000 millones. 50% mayor que al inicio de la década.
El avance norteamericano se expresaba en la capacidad por ejemplo de invadir Panamá en 1989. Se expresaba también con la firma y la entrada en vigencia, en los años 1992 y 1994 respectivamente, del tratado de Libre Comercio de América del Norte. NAFTA, entre México, Canadá y Estados Unidos. Se iniciaba las conversaciones bilaterales por el proyecto del ALCA. Las herramientas de integración como el ALBA, UNASUR o la CELAG no eran siquiera proyectos en esos momentos.
La excepción en este contexto la daba Cuba. Su gente, su dirección. Ejemplo de resistencia para el mundo de lo que en la isla se llamó el período especial. Cuba y su pueblo, su visión, su capacidad de análisis. La misma que llevó a Fidel en 1994 a ser el único presidente latinoamericano en recibir a aquel joven general venezolano en el aeropuerto, cuando pisaba las tierras cubanas por primera vez “físicamente, porque en sueños he venido muchas veces”, como éste mismo decía.
El contexto donde surge el Comandante era un contexto en donde los programas del Fondo Monetario Internacional regían los destinos de la región. A través del Plan Brady, nombre del Secretario del Tesoro de EEUU, se desplegó un plan continental de refinanciación de deudas. Las famosas recetas neoliberales del FMI. Hasta los activos soberanos fuera de los territorios nacionales fueron robados legalmente bajo este plan. La deuda de todos los países integrantes creció con mayor intensidad a pesar de las medidas antipopulares y los pagos realizados.
Para finales de 1999, los pobreza alcanzaba a 211 millones de personas (44% población) y la indigencia o pobreza extrema, a 89 millones. 18 millones eran desocupa@s. Se perdieron derechos laborales que se habían conquistado. 80 millones de trabajadoras y trabajadores no tenían seguridad social. El empleo informal en la región llegaba al 57% en 1997. Este era el saldo de la Intervención del FMI, quien realizó préstamos por casi $100.000 millones en esos años, principalmente a México, Argentina, Venezuela y Colombia.
El porcentaje de pobreza de América Latina en el 2013 fue de un 28,1 %, la pobreza extrema, el 11,7 %. El mundo había cambiado. China y Rusia ganaron terreno en un mundo multipolar. Latinoamérica contó durante la década anterior con Cuba siempre a la cabeza, Venezuela bolivariana, Ecuador de Correa y la revolución ciudadana, el Estado Plurinacional de Bolivia de Evo, Lula y Dilma en Brasil, Néstor y Cristina en Argentina (sede del ALCA Al Carajo en 2005). Nicaragua también siempre resistiendo, Zelaya, derrocado en Honduras cuando se disponía a reformar la constitución a favor del pueblo. La comunidad del Caribe, materializada en Petro Caribe. UNASUR, CELAG, ALBA.
Los anhelos de integración de la región se materializaban. Vendrían, últimamente, los años del giro conservador, para finalizar un 2019 de un continente que se muestra en disputa. La llegada de Bolsonaro y el golpe de estado en Bolivia fueron las principales anotaciones del neoliberalismo. México de López Obrador, Argentina echando al macrismo, los pueblos en las calles contra los estragos que produce el neoliberalismo en la vida diaria de la gente de Chile, Ecuador, Colombia, Haití; reservas de lucha del continente. La conciencia en la región es otra que al inicio de los 90. De la capacidad que tengamos de extraer las lecciones de estos años prolíferos de aciertos y conquistas, pero también de desaciertos y limitaciones de los proyectos transformadores latinoamericanos y de traducirlas en líneas de acción, en propuestas políticas capaces de conquistar las mayorías nacionales, propuestas que deben tener como ejes la ética política radical, la democracia revolucionaria, un liderazgo ético y democrático basado en la igualdad de género, un modelo económico humanista, marcará las nuevas situaciones, los escenarios de lucha que tenemos por delante para el avance de los pueblos en la región en el mismo horizonte transformador que Chávez aquel 4F inauguraba.
El 4 de Febrero nacía la esperanza no sólo para la gente de Venezuela. El futuro cambiaría para los campesinos y campesinas de Latinoamérica, las negras y negros del continente, la juventud, las mujeres, las trabajadoras, los trabajadores. Una nueva correlación de fuerzas iba naciendo. Las batallas actuales, los avances y retrocesos, tienen allí su origen.
4 de Febrero de 1992, Venezuela, Latinoamérica y el mundo cambiarían por ahora y para siempre.
Prensa Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora.